Posteguillo: “Julia practicó el incesto por razones de Estado”

Sangre, sudor y lágrimas. Eso es lo que esperan, ansiosos, los lectores de Santiago Posteguillo y sus novelas romanas. ¡Y por Júpiter que el autor lo cumple! añadiendo muchas más cosas: épica, aventuras, sexo, hechos históricos, intrigas, batallas, escenas espectaculares, guiños al presente... ‘Y Julia retó a los dioses’ (Planeta) es la continuación de ‘Yo, Julia’, premio Planeta 2018 , y en ella encontramos a Julia Domna (160-217 d.C.), esposa del emperador Septimio Severo, y madre de los también emperadores Caracalla y Geta, urdiendo sus planes para consolidar su dinastía en lo más alto del poder.

La obra sucede en Roma, el norte de África, Oriente Medio... y Britania, donde el autor ha realizado este martes, junto a más de veinte periodistas bajo la lluvia, un recorrido por el muro de Adriano y otros escenarios del libro, como las ruinas de la fortificación del emperador Severo en Vindolanda.

-¿Por qué estamos aquí?

-Barajamos la opción de ir a Antioquía, donde falleció Julia, la última ciudad turca en la frontera con Siria, pero ahora están los MiG-25 rusos volando por ahí, creando problemillas y no era aconsejable, más después del avión que tiraron en Teherán. Britania marca una inflexión en la vida de Julia, ella viene aquí como mujer de emperador y sale como viuda pero madre de dos co-emperadores, Antonino (futuro Caracalla) y Geta, ahí eclosiona el personaje y su influencia pasa a ser muy superior. Vivió a la sombra de su marido, pero con la entronización de sus hijos, ella destaca más y toma su papel contra los desmanes de estos, hasta el Senado le pide que ponga un poco de orden en la familia.

-¿Por qué erigió Adriano este muro frente al que estamos, de más de 100 kilómetros?

-Unía Britania de costa a costa. Los ingleses y escoceses lo niegan, pero la verdad es que el Imperio Romano tomó el control de la isla completamente. Este muro en el norte de Inglaterra marca una primera frontera, aún más arriba está la de Antonino y luego hubo más incursiones. Tenía tres funciones: la defensa militar, la regulación del comercio (con el cobro de impuestos) y amedrentar o marcar territorio. Adriano decidió que, más que seguir expandiéndose, el Imperio debía consolidar sus fronteras.

-¿En qué se diferencia de, por ejemplo, el muro de Trump en México?

-En nada. Se levantan con los mismos fines pragmáticos, pero no solucionan los problemas de fondo. Fíjese qué queda hoy del muro, unas piedras que visitan los turistas. No pudo parar la decadencia del Imperio Romano. Si no afrontas los problemas, no hay muro que los detenga.

-¿Los hechos históricos de la novela son reales?

-Soy fiel a ellos. Creo que no es necesario que aclare en una nota que lo mitológico, las escenas en que aparecen los dioses, me lo he inventado. Es un guiño socio-cultural a lo que ellos creían, a pies juntillas, y al mundo greco-latino. Me permitía solucionar un problema narrativo, que el final de Julia es muy dramático y triste, pero si la seguimos cien páginas más en el Reino de los Muertos, dejo al lector con un buen sabor de boca.

-Vemos en su novela que el emperador concede la ciudadanía romana a los pueblos conquistados... para cobrarles impuestos.

-Claro, pero de ese problema se dan cuenta después. Antes, cuando no eran ciudadanos, no podían ni presentar una denuncia ante un tribunal.

-En lo del incesto ¿no se le ha ido la mano?

-No soy yo, son las fuentes, la llamaban Yocasta, el nombre de la madre de Edipo. La gente del pueblo no pone apodos porque sí, desde luego pensaban que lo era. Cuando el río suena, agua lleva... Pero Julia usó el incesto no por perversión personal, sino por razones de Estado.

-¿Era feminista?

-Sería excesivo decir eso. Su actitud, su voluntad de poder, su determinación... permiten que las feministas de hoy puedan tomarla como modelo, pero ella no profesaba una ideología que no nacería hasta bastantes siglos después.

A Trump le diría que el muro de Adriano no paró la decadencia del Imperio Romano”

-¿Qué nos dice esta moneda con la efigie de Julia?

-Que fue poderosa, y que su peinado sofisticado, así como otros elementos de su vestuario, crearon tendencia en la moda.

-Era maquiavélica y seductora.

-Era una persona inteligente, que se hizo asesorar por gente sabia, entre ellos destacados filósofos, y estaba situada en el centro mismo del poder. La ficción me hace concretar sus acciones con fantasía, como cuando envía al médico Galeno a hacer de CSI porque no se fía de la supuesta muerte por accidente de algunos militares.

-¿Su hijo Antonino, el emperador Caracalla, era tan cruel? Lo dibuja como un psicópata...

-En Alejandría estaba muy descontrolado, quiso exterminar a todos los varones y realizó una masacre. Tiene buen nombre porque tú vas a Roma, a las Termas de Caracalla, donde hacen ópera, y asocias todo aquello a la cultura. Es verdad que entregó un edificio de uso público que estaba muy bien pero se comportó como un carnicero.

-¿Viajó a los lugares?

-Por supuesto. En Alejandría hay unos huesos que dicen que son de la masacre, lo llaman las catacumbas de Caracalla, pero creo que son invenciones posteriores. Navegué por el Nilo, me vi obligado a hacer un crucero, para ponerme en situación de cómo viaja una emperatriz tuve que alquilar el mejor camarote de un barco lujoso, qué remedio.

Saqué a un inspector de Hacienda, un miserable, en una novela... y, al poco, ¡sufrí una inspección yo mismo!

-Trata muchos temas actuales...

-La xenofobia, las epidemias (los romanos fueron pioneros de la guerra biológica), la violación, hasta utilizo la palabra ‘manada’ cuando Caracalla viola a su prima ante la mirada de los pretorianos, que no intervienen. Plauto criticaba a su sociedad situando las obras dos siglos antes, pero el público sabía perfectamente que se estaba metiendo con los senadores de su época. Cuando, en una de mis novelas, puse a un inspector de hacienda, un miserable que extorsionaba a las prostitutas, tuve una inspección de Hacienda...

-¿Qué me dice?

-Tal cual.

-Pero le fue bien ¿no?

-¡Hombre, claro! Yo pago el 50% de todo lo que gano. Lo único que me pueden discutir a veces es si tal gasto concreto era profesional o no... Si viajo por el Nilo, hay cosas que son de trabajo y otras no.

-Galeno está frustrado porque no le dejan disecar...

-No se podía rajar la piel humana, la piel era la frontera entre la vida y la muerte y solo estaba justificado hacerlo en la guerra. Eso retrasó el avance de la ciencia médica 1.300 años. Galeno diseccionó animales, quería hacerlo con humanos y no se lo permitieron. Buscaba manuscritos de médicos anteriores que lo habían hecho, textos que demostraban cosas de enjundia.

-¿Por qué pudieron hacerlo antes y él no?

-Las dictaduras tienen un 99% de desventajas, pero un 1% de ventajas, que es que si al dictador, un día, se le ocurre algo bueno, pues se hace. Y uno de los ptolomeos autorizó las disecciones humanas. Hicieron barbaridades, ojo, no solo disecciones, sino vivisecciones, como Hannibal Lecter, con esclavos y condenados a muerte. Lo de los derechos civiles no se llevaba mucho...

-Y lo de las vestales...

-Sí, las enterraban vivas, esa era la condena si perdían la virginidad. Es horrible.

-¿Las violó el emperador Caracalla?

-Sí, se trastornó, se acostó con ellas y, al trascender, las condenó a muerte.

En la novela, se lo organiza Aquilio Félix, el temido jefe de los servicios secretos.

-Era el comisario Villarejo de la época. Julia no se fía de alguien tan chaquetero, que está con quien toca, según sopla el viento. El control de la información, al igual que hoy, era básico. Con dinero e información se pueden hacer muchas cosas.

-Más allá de los ideales, usted dibuja unas campañas militares en Britania cuyo principal fin es obtener el oro y otras riquezas. ¿Era el Iraq de la época?

-Absolutamente. Los romanos vinieron por eso, luego los yacimientos minerales dejaron de ser tan potentes y se fueron, hicieron un Brexit a la inversa. Aquel desastre fue tapado por el mito artúrico, que se montaron los ingleses, pero en realidad atravesaron siglos de caos.

-¿Cómo era la vida de los romanos aquí, en esta campiña?

-Mire la lluvia, el clima, la otra noche nevó... Los legionarios debían de pensar: ‘¡Con lo bien que yo estaba en la taberna de la Via Apia!’. Teniendo el Mediterráneo, ¿quién prefiere venirse aquí? Era el fin del mundo. Fíjese en sus colegas periodistas, hay varios que se han caído al fango.

-Introduce un elemento mitológico, alterna la narración de los hechos con lo que hacen, mientras, los dioses en el Olimpo. Es una tragedia clásica.

-La segunda parte de la vida de Julia es una tragedia griega: envenenan al marido, sus dos hijos se pelean a muerte, hay guerras e intrigas horribles... Necesitaba una catarsis final, un final épico con el que sentirme a gusto. Hago un montón de guiños a la Ilíada y la Odisea.

-Sobre la pelea de los dos hermanos, ¡vaya escena de carrera de cuadrigas se ha marcado!

-Está probado que esa carrera entre los dos hermanos se produjo,pero no se sabe si en privado o públicamente, yo me la llevo al Circo Máximo. Julia los ve tan enfrentados que decide llevárselos a la guerra en Britania para calmarlos.

-La guerra como calmante...

-Julia, cuando ve muy nervioso a Caracalla, también lo envía a Germania para que se desfogue en el campo de batalla. Luchaba con una ferocidad que no era normal, y eso se transmitía a las legiones. Para mantener las fronteras, Caracalla valía.

-El Senado no queda muy bien parado...

-Era un grupo de elite corrupto, en la época imperial. Con la república, fue una oligarquía. No es la idea de democracia que tenemos.

-¿Se niega a que lleven a sus romanos al cine?

-¡No me niego! Hubo un proyecto de Mediapro en el que contrataron a un guionista que se alejaba totalmente de las novelas, y lo paré. Pero tenemos otro proyecto en marcha, que va lento. Y, antes, dicen que este año, habrá una serie documental sobre mujeres de Roma donde yo hago de presentador y hay actores. Rodaremos en Cinecittà, Bulgaria, Polonia...

FUENTE: La vanguardia


Santiago Posteguillo: «Si tuviéramos un Galeno hoy día el coronavirus nos duraba dos tardes»

Pasan las eras, los siglos, y seguimos mirando a Roma buscando quién sabe qué. Todo, quizás. Éxito, fracaso, aventura, tragedia, venganza, pasión, juegos de poder… En fin, historias, que es de lo que trata esto de la literatura, por mucho que deconstruyamos. Con esos ingredientes, siempre bien mezclados y agitados, Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) ha cocinado una extensa y exitosa obra, que ha demostrado que el mundo clásico puede ser un lugar de regodeo y diversión para unos cuantos millones de lectores, además de un gran negocio. Su peripecia narrativa comenzó en 2006 con la publicación de «Africanus, el hijo del cónsul», en el que recuperó la figura del general Escipión, y hoy continúa con «Y Julia retó a los dioses», secuela de la exitosísima «Yo, Julia», que en 2018 le hizo merecedor del premio Planeta. Estas dos novelas, claro, están protagonizadas por la admirable Julia Domna, emperatriz consorte de roma y mujer inmortal por derecho propio.

La de «Y Julia retó a los dioses» es una historia crepuscular, de declive vital, en la que tanto Julia como su marido, el emperador Septimio Severo, afrontan achaques de salud y conspiraciones más o menos familiares para derrocarlos. En este ambiente, y sufriendo unos dolores indecibles a causa de un cáncer de mama, ella hace todo lo posible para mantener unido un Imperio que agoniza entre corruptelas, pandemias y ataques bárbaros. Rema a contracorriente, frenando lo inevitable: el final de las cosas tal y como las había construido, la muerte de su dinastía. «Con su esfuerzo consiguióretrasar mucho la división del Imperio, y ese es un mérito que hay que reconocerle, porque sin ella la ruptura hubiese sido más brusca, más abrupta. Julia es uno de los personajes más admirables del Imperio Romano», afirma, tajante, Posteguillo, que achaca el desconocimiento de esta figura capital de nuestro pasado al rencor de sus contemporáneos. «Ella vivió un mundo controlado por hombres, y rompió a muchos. Dejó como idiotas a un montón de emperadores, supo imponerse y manipularlos para conseguir sus objetivos. ¿Cómo quedan ellos? Como bastante estúpidos. Pues a los historiadores romanos no les interesaba relatar esto», lamenta.

Julia es el tercer gran nombre que este autor rescata del Imperio, después de Escipión y Trajano. Aunque en esta obra también cobra una vital importancia Galeno, un secundario de lujo que actúa como narrador y salvador, pues frena una pandemia de viruela que acecha a la comitiva imperial en una campaña en Egipto. «En esa crisis el poder político-militar tiene la inteligencia de supeditarse a la autoridad sanitaria, que es Galeno: le hacen caso y detienen la expansión», asevera Posteguillo. Su conocimiento, insiste, era asombroso, muy superior a la tecnología de la época, como si hubiese oteado el futuro en sueños. «Yo me quedé muy impresionado mientras lo investigaba. Galeno era capaz de detectar cánceres en el colegio de gladiadores de Pérgamo, que es donde empezó a ejercer. Conseguía incluso intervenir quirúrgicamente estos tumores. Era un grandísimo médico. Si tuviéramos un Galeno hoy día el coronavirus nos duraba dos tardes», subraya.

Dice Posteguillo que la historia de Roma es una mina inagotable, y por lo que parece no piensa dejar de picar. «Para el tema novelístico necesitas conflicto. Y si hay algo en Roma es conflicto», sentencia. Después, concreta: «Puedes recurrir a gladiadores, legionarios, legiones, batallas, asedios, traiciones, leones en el anfiteatro, batallas navales, carreras de cuadrigas, violaciones, incestos, todo tipo de relaciones sexuales… Es un potencial dramático increíble». Y no solo es eso, es que esas aventuras forman parte de lo que somos, son el sustrato sobre el que hemos levantado esta fantasía que es Europa. «Como Trajano, comprendemos que la ejemplaridad es fundamental para que la gente sea leal y quiera reproducir los buenos comportamientos. Sin embargo, también hemos heredado sus defectos, como la corrupción, que tiene su origen en el sistema clientelar del senado romano… En lo mejor y en lo peor venimos de Roma», remata.

FUENTE: Abc.es